Carta del periodista y escritor José Luis Alvite a su amigo Carlos Herrera, publicada en la contraportada del diario "La Razón".

          Sin desmerecer a los demás, me declaro fósforo de uno de los mejores comunicadores que en estos momentos hay en las ondas,  como es Carlos Herrera. A las seis de la mañana conecto con "Onda Cero" y lo tengo  a mi lado en el programa que lleva por título "Herrera en la Onda". Es imaginativo, sarcástico, profesional, irónico, vitalista, madrugador... Es, con diferencia, el mejor a las seis de la mañana. Cuando hace unos años estuvo realizando el programa en el Teatro Concha Segura de Yecla, fui a verle.  Es todo un espectáculo ante el micrófono junto con sus colaboradores como Beatriz Ramos, Melgar, Naranjo, Marisol, Belda, Lorenzo Díaz, Santi González, Enrique de Miguel, Josemi, Carlos Latre, Fernando Ónega, Carlos Rodríguez Braun, Antonio García Barbeito o aquel sevillano polifacético que le ponía música a su poemas y los acababa con  "He dicho". Me refiero a José Antonio Garméndia Gil que falleció un 26 de abril del 2007. Carlos tuvo ayer un mal día. Nos leyó  la carta que le había dedicado su amigo y colaborador  con sus Historias del Savoy,  el compostelano José Luis Alvite, publicada en la contraportada del diario "La Razón". El protagonista ayer en el  Savoy, club de alterne imaginario por el que desfilan personajes reales e imaginarios dejando aforismos y reflexiones sobre la vida", era ...¡el mismo Alvite!. En el apartado "Almas del nueve largo" -que da título a uno de sus libros- el artículo de José Luis lleva por título "Carta a Carlos Herrera". Me van a permitir que la traiga a este rincón de la red para que puedan leerla y reflexionar sobre  como escribe y piensa este periodista y escritor gallego, colaborador, además de Onda Cero, de "La Razón", "Diario 16", "El Faro de Vigo"..... Léanla con detenimiento y analicen con que naturalidad y estoicismo afronta este singular personaje una muy mala noticia de su oncólogo.

         "Querido Carlos Herrera. Por primera vez no puedo culpar de mi ausencia a la desidia, ni alegar que una monada ciega de Denver me salió al paso y sin motivo alguno se encaprichó conmigo. Tampoco me servirá de excusa la vieja historia de cuando era un niño muy delgado y el viento al azotar me levantaba del suelo y me cambiaba de acera, de raza y de familia. Esta vez es el cáncer, amigo Herrera, esa cosa que yo pensaba que en mi caso solo podría ser una mancha que, puesto en lo peor, haría una metástasis como de tebeo en la tapicería del coche. Cáncer de colon y cáncer de pulmón. Dos golpes en un solo mazazo. Fue algo desproporcionado, como encontrar un centollo en el interior de una almeja, pero, ¡qué demonios!, tantos años entre el humo del Savoy me enseñaron que la penumbra te salva del disgusto de que con la luz descubras que en la cola del piano no estaba sentada la mujer con la que contabas, sino el tipo impasible que viene a precintar las manos del pianista. Es una de esas veces en mi vida que la peor noticia no me la da Hacienda. ¡Que quieres que te diga!, el caso es que lo he encajado sin pestañear, no porque sea un valiente, sino, sencillamente, porque siempre supe que el mío en la vida sería un viaje en el que  inesperadamente al tren se le acabarían por detrás el humo, y por delante, las vías. No sé, Carlos, amigo mío,...estas cosas ocurren y seguro que tienen algún sentido. Dice mi oncólogo que "la situación es muy comprometida" y eso significa que mi buena suerte puede haber cambiado a peor y que la vida ya no me dará la siguiente patada en el culo apócrifo de otro hombre. No importa. Ojalá pueda volver a tu lado. Y si no vuelvo, piensa que fue solo porque me empeñé en el estúpido sueño de llegar por ferrocarril a una ciudad sin tren.